Canciones para toda la vida

El artista pervive de inventarse una y otra vez. Bob Dylan asevera en el primer volumen biográfico de sus Crónicas: “Si yo no hubiera existido, habría que haberme inventado”. Pues bien, el poeta de Minesota hubo de cavar y cavar para impregnarse de la savia de esas raíces que echaron Robert Johnson o Woody Guthrie. Dylan no se forjó de la nada. Chema Vargas ha logrado descubrirse en cada una de estas doce canciones. De ahí la variedad de ritmos y maneras que en cualquier momento se pueden salir del género más próximo en el que se le podría encasillar: el power pop. Voy yo, titulo este texto con “canciones para toda la vida” y va el tío y se canta en Los años traviesos eso de “Sé que nada dura siempre...” Y sigue:

Dónde están ahora las cosas de entonces
Donde están los juegos, dónde están los roces
Dónde está ahora el sabor de ese fuego
Quemando los días de los años traviesos

Las canciones pop se han menospreciado a menudo como música para usar y tirar. No pasa nada. Al fin y al cabo, las músicas han de vivirse en el presente. Pero... ¿y esas canciones que quedan? ¿Y los Beatles? ¿Tequila? ¿Nacha Pop? ¿Los Brincos? ¿Por qué no pasa el tiempo en piezas como Strawberry Fields Forever o Chica de Ayer? ¿Por qué las sentimos como melodías interminables?

Chema Vargas es un creador de ese tipo de canciones. Un tío inspirado, de esos que se levantan por la mañana con la cabeza despejada, se agarra a la guitarra y al boli y las musas le visitan en forma de una melodía inesperada, de una frase crucial o una idea alentadora. Y a currar se ha dicho. Chema trabaja las canciones, las busca, las encuentra; se toma la música con entusiasmo, como una respuesta íntima y agradecida a toda una cultura pop, sean discos, series de tv, pelis o conciertos que marcaron su infancia y su juventud. Chema conversa sobre de música, del disco nnnn de Van Morrison, o de Elvis Costello, de Antonio Vega o de José María Granados y cada palabra halagadora le sale del corazón. Se nota. No hay más que fijarse en sus ojos brillantes, redondos grandes como una paellera.

Vuelven las cartas, vuelven los sonidos
La vida en un vinilo vuelve a tocar

MUNDO EN ESPIRAL, primer álbum de Chema Vargas, arranca con ese soniquete de la aguja del tocata sobre el viejo vinilo, el mismo de cuando empiezas a freír unas croquetas. Los raperos, los artistas negros lo han hecho hasta la saciedad, más bien como un efecto sonoro. Chema, deudor de cuatro décadas de música popular, mira hacia atrás con una sonrisa. Sí, es nostalgia hacia adelante, nostalgia positiva, nostalgia feliz.

Chema Vargas se ha estrenado con un álbum vitalista, de ensueño, un álbum en espiral. Artistas y musicazos españoles advirtieron el talento a borbotones de Chema y se congraciaron, se confabularon para echar un cable. Que si una guitarrita de Álvaro Urquijo, que si la armónica ubicua de Antonio Serrano, que si bajos y coros de Eduardo Font, que si los teclados de Jesús Redondo y las mandolinas de Ramón Arroyo, ambos de Los Secretos. O, como no podía ser menos, que para algo han sido los productores de este invento, las guitarras y mil sugerencias de Alberto Zapata y las baterías, guitarras y un millar de apuntes y elogios de Santi Fernández, batería de Los Secretos, líder de 39 Grados.

Y Antonio Vega, que está que se orina por Chema. Fue una película melodramática de Douglas Sirk y ahora es un clásico para la música en español: Escrito sobre el viento es una balada tan sencilla como impresionante, un dúo auténtico, entrañable. Antonio y Chema. Chema y Antonio, el gran maestro y el alumno aventajado.

Power Pop mencionaba arriba. Bueno, si escuchas el último tema, Por tus ojos negros, tal etiqueta no sirve. Vamos que con el retorno del género de los crooners y artistas jazzys, con Norah Jones, Jaime Culllum, Michael Bubblé o Diana Krall, este amigo mío que te presento, Chema Vargas, se saldría del mapa con un álbum monográfico jazzy cantado en español. Pero Chema no se quiere encorsetar. Con razón. Vuela, amigo, vuela. No olvides – como tú mismo cantas - que la vida en un disco en espiral. Voy a pinchar otra vez el disco y lo voy a poner a todo volumen, a ver si los vecinos se enteran, se contagian y, por fin, me sonríen en la escalera. MUNDO EN ESPIRAL se contagia, así que ten cuidado no vayas a sentirte contento, entusiasmado, como el de Vicky el Vikingo, y la armemos.

Santiago Alcanda

Movida si, pero ¿qué es lo que se movía?

Y al final se puso de moda, quien lo iba a decir. Los motivos, inciertos. Pero si algo está claro, es que promocionar es sinónimo de beneficio. Da igual de lo que se trate, pero así es; coleccionables, series de TV, discos remember de grupos del momento, tributos; estamos de acuerdo que recordar esos tiempos es fantástico, lo que es innegable es que resulta tremendamente rentable.

He empezado este artículo haciendo una crítica sobre las causas que han generado el momento “revival” que actualmente estamos viviendo. Causas que son totalmente ajenas al motivo existencial de ‘Nueva Ola, Movida de los 80’. Este espacio, nacido en los albores del año 1998, no tenía, ni tiene, pretensiones comerciales, aunque coincida plenamente con la avalancha informativa que se está generando, en nuestros días, 25 años después del inicio de esa época, a la que hacía alusión.

Por eso quiero aprovechar la ocasión para poner de manifiesto que ‘Nueva Ola, Movida de los 80’ está hecha únicamente al amparo de la gran devoción que sus creadores tienen por la música, unido al afán de rendir un humilde homenaje a tantas y tantas bandas que nacieron y murieron durante aquella dorada década de los 80’s. Nuestro amateurismo ha provocado, y provocará que, en ocasiones, cometamos errores, los cuales han sido indispensables para ir curtiéndonos en el día a día nuestro trabajo.

‘Nueva Ola, Movida de los 80’ se puede definir como uno de tantos sitios que existen por la muy enmarañada red de redes, que pretende recopilar toda la información posible acerca de lo que fueron aquellos años. Años que algunos tuvimos la suerte de vivir desde detrás del escenario, disfrutando de esa fructífera oferta musical que no lo fue tanto para los propios músicos.

El glamour, la innovación, la creatividad, son características que hacían que aquello fuera tan especial. Había calidad, indudablemente, pero también mucha cantidad y, como no, eso hacía que no todo fuera bueno, como es lógico, pero daba igual, lo cutre se convertía en fashion y, a su vez, todos los que hacían estas cosas se convertían en unos petardos “enamorados de la moda juvenil”, amantes del pop baboso y que se inventaban himnos “para tí”. Un nuevo glosario cheli florecía de manera espontánea al amparo de toda esa fauna urbana en un halo de progresismo, hasta el momento, sin parangón en la historia musical de nuestro país.

Y ya que hablamos de progresismo tenemos que recordar, sin duda, a uno de los personajes más incipientes, políticamente hablando, de la época, el que fuera alcalde de Madrid, el Sr. Enrique Tierno Galván. Impulsor y promotor de muchas escenas donde se gestaba, a nivel de calle sobre todo, todo ese aluvión cultural que venía pidiendo paso sobre la capital de nuestro país y que, pronto, por no decir casi a la par, se fue propagando a lo largo y ancho del territorio nacional. Indudablemente el epicentro era Madrid, el Madrid del “Profesor”.

Empezaron a proliferar grupos por doquier. Era un chorreo incesante de formaciones que se unían y desunían para formar nuevas bandas, a cuyos integrantes les daba lo mismo agarrar sus guitarras y ponerse a componer al amparo de unos buenos cubatas en el acogedor “Penta”, que dejarlo todo de golpe y embarcarse en la realización de un fanzine underground.

Los locales de la movida madrileña, emblemáticas salas donde se ofrecía la parte más ceremonial de la Nueva Ola: Los conciertos.

Y no sólo debemos hablar de pop-rock, cabe mencionar que esa especie de revolución musical se produjo a todos los niveles, desde el azote ensordecedor de los grupos del llamado rock duro reconvirtiéndose a heavy metals por derecho, hasta las hornadas más irritantes del rock radical más subversivo nunca visto, procedentes del norte del país, pasando por las camaleónicas pintas que portaban los grupos punkys, o la elegancia británica de esos cuerpos vestidos de mods que paseaban sus vespas por las calles capitalinas.

Eduardo Benavente fue el máximo exponente y uno de los principales precursores de la música siniestra, también conocida como gótica, de los ochenta. Formó en grupos tan conocidos como Plástico o Parálisis Permanente.

Todo iba así, a la carrera, hoy aquí, mañana allá. Inolvidables aquellos inicios donde personajes como Fernando Márquez El Zurdo padre del que, de forma unánime, ha sido considerado el himno de la movida cantándonos desde el Paraíso; la recién llegada de México Olvido Gara, convirtiéndose en la camaleónica Alaska; un prolífico Carlos Berlanga participando activamente en esa fantasía glamourosa conocida como Kaka de Luxe; el inolvidable y queridísimo Enrique Urquijo que de tanto empeñarse en lo dejáramos optó por hacerlo unilateralmente; la siniestra Ana Curra, mítica donde las haya, a pesar de sentirse tan vacía, como los seres que la acompañaban; el periodismo más directo de la sabia mano de Diego A. Manrique; las fantochadas punkis del inefable “Rey del Pollo frito”, ese Ramoncho con su rombo pintado en la cara, en su época más provocativa; aquellas “chicas del montón”, de extraño aspecto, que interpretaban a la perfección todo lo que representaba el “cutrerío nuevaolero” en su estado más puro, de la mano del siempre controvertido Pedro Almodóvar; el Sr. Granados describiéndonos a unas “chicas de colegio”, hijas de Mamá; las sesiones salvajes de Radio 3 en el “Diario Pop” de Jesús Ordovás y sus fiestas radiadas; las paranoias de ese vasco tan pálido que, de tanto respirar “bajo del agua”, se nos puso “pocho” para siempre; la sala Rock-Ola, sin más, “El Templo”; las notas de ‘La chica de ayer’, obra sublime de un Antonio Vega, quien ha mejorado con el tiempo (aunque siempre he pensado que va a ser difícil igualar el efecto social que ese tema causó en aquella generación, mi generación); el oscurantismo de la guitarra y la voz de José Luís Abel hablándonos de sus “máscaras y enigmas”; los zombies mas viajeros de la movida que hicieron de “Groenlandia” el lugar más visitado desde Madrid; el rock más directo y urbano que Pepe Risi y sus Burning nos legaron en esa más que dilatada carrera; el techno-pop bien llevado de las manos de Servando con sus obreros que, según el aviador, eran especializados, aunque nunca hemos sabido en que; el mejor Oi!, entendido por Manolo Alférez en ese derroche de “decibelios”; Joe, el novio más “beat” que tuvo Sissí; los hermanos Auserón descubriendo “africanos por la Gran Vía” e invitándonos a su seductora “escuela de calor”, entre otras maravillas que se les ocurrieron; el fiel reflejo de la “niuvueif” española que García Alix supo plasmar en sus instantáneas; el ambiente más “poppie” del panorama donde Mecano “no se podia levantar”, Ole-Ole “no controlaba” y la “desidida” se apoderaba de unas birmettes con su objetivo puesto en Birmania; la incipiente personalidad de una camarera de Malasaña empeñada en salir en la gran pantalla que se cansó de estar “debajo de una sombrilla tomándo cócteles de ron”; la angustiosa siniestralidad permanente e incluso paralizante que nos ofrecía Eduardo Benavente; el inigualable Coppini golpeándonos con sus impulsos sonoros que constataban que aquellos “eran malos tiempos para la lírica”, con toda la razón; o los recuerdos gráficos que dejaron para la posteridad Ouka Lele, Costus o Ceesepe, en un sinfín de carteles, pasquines, entradas de conciertos o portadas de discos. Todos ellos, y otros muchos más, son capaces de hacernos recordar, todavía hoy, lo mucho que supuso aquello que algún iluminado bautizó como “La Edad de Oro del Pop español”.

Pero realmente lo más increíble de aquella época, bajo mi punto de vista, fue que consiguieran perdurar al cabo de los años, sin los medios de promoción que hoy en día se nos brindan como indispensables, como es el tremendo efecto que Internet ha provocado en las nuevas formaciones que han ido apareciendo.

Ese es el único objetivo que persigue ‘Nueva Ola, Movida de los 80’, el de convertirse en un lugar de culto, a título póstumo, recopilando ese amplio legado cultural que, con esa carga de creatividad, consiguió desmontar la objetividad musical del momento, basada principalmente en la canción melódica española.

Este artículo va dedicado a todos aquellos que ya no están con nosotros, a todos los que nos dejaron su impronta y que recordamos fervientemente desde nuestra sección ‘Se fueron, pero no nos olvidamos’, nuestra pequeña sala de recogimiento “nuevaolero”.