La huella del Pato

Nunca mas volveremos a escuchar sus vibraciones, aunque su eco será difícilmente olvidado para aquellos que, en alguna ocasión, se sintieron Rodríguez.

Nos ha dejado Daniel Zamora, por voluntad propia, porque no soportó… ¡vete tu a saber qué!, pero nos ha dejado. El fue la mitad de la base rítmica, junto al baquetero Vilella, de aquel grupo tan importante como lo fueron Los Rodríguez, donde compartió tablas con los pibes Rot y Calamaro. Eran un grupo, un grupo de rock’n’roll.

Nació en Palafrugell y allí retomó sus pasos para terminarlo todo un triste 28 de noviembre, con tan solo 41 años de una vida plagada de éxitos, aunque no por ello, exenta de dificultades, como la que le tocó superar, la prueba mas dura que se le puede plantear a una persona: vivir o morir, pero lo superó. ¿Sería por eso?, no lo sabemos y tampoco nos vamos a preocupar en ahondar en lo morboso. Simplemente se fue.

Sirva esta escueta reseña para recordar a la figura de Daniel “Pato” Zamora (1965-2007).

Pedro J. Pérez
(También publicado en Rockstyle.es)

Y Patacho la volvió a liar

Parece que lo lleve en la sangre, me refiero, lo de armar saraos. Pero ya es hora que alguien rompa una lanza a favor de este guitarrista, y a veces cantante, Manuel Recio, mas conocido en el circuito musical, como Patacho, miserablemente resignado al olvido, a pesar de su constante apego a la guitarra que, fiel a cualquier cita a la que se la invite, le ha acompañado durante toda su vida. Estoy seguro de que, si hubiera reinado en la Edad Media en algún remoto lugar, lo hubiera hecho, sin temor a equivocarnos, como Patacho I El Corporativista.

Su banda de toda la vida fue Glutamato Ye-yé con quienes, y de la mano del increíble Iñaki Fernández (todo un provocador y reclamo para cualquier show que se precie), llegó a grabar varios discos y alcanzar excelente notoriedad. Pero, centrándonos en la figura de este artículo, este tipo larguirucho con cara de bonachón, aparte de sus andanzas estrictamente musicales, se hizo colega de toda la patulea de músicos relacionados con aquellos distantes años ochenta. Pero, ¡ojo!, colega de los de verdad, de los que se tratan como “tronks” (máximo grado cheli del compadreo).

Y no tenemos que remontarnos muy lejos, ya que sin forzar en exceso mi memoria, evoquemos aquella primera gesta de calidad. Fue la primera convención de personajes que se dieron cita para recordar uno de los mas paradigmáticos locales que funcionaron como invitable punto neurálgico de la movida madrileña. Hablamos de la sala Pentagrama, o El Penta, como lo inmortalizara otro grande, Antonio Vega en su ‘Chica de ayer’. En aquel entonces se trataba de celebrar los 25 años del pub de Malasaña. Y lo consiguieron. Y por todo lo alto. Desde 1976 en funcionamiento, se llegaba al 15 de noviembre de 2001, concretamente en la sala Arena, donde participaron lo mas granado de nuestro pop-rock: Los Secretos, Nacha Pop, Burning, Radio Futura, Glutamato Ye Yé, Aviador Dro, Siniestro Total, Paco Clavel, Paul Collins, Paraíso, Mamá, etc.

Culpable del éxito: Patacho.

Nos acercamos en el tiempo al año en el que nos encontramos, en sus comienzos. La Comunidad Autónoma de Madrid encarga a nuestro personaje la difícil tarea de coordinar a una serie de grupos para que, en un solo día y con tan solo 3 horas de actuación, revivir la esencia de lo que fueron las “Hornadas Irritantes” que, como ya nos confesara en alguna ocasión el bueno de Iñaki, se trataba de una broma referida a todos aquellos grupos que imitaban al pop melódico practicado por bandas de la importancia de Tótem, Mamá, Los Secretos o los mismísimos Nacha Pop, convirtiéndolo en “pop baboso”, aquella odiosa etiqueta en la que nunca quisieron encuadrar a los citados. Sea como fuere, allí estaba nuestro hombre, Patacho, con el bastón de mando y la gorra de organizador para juntar a toda suerte de retazos de bandas extintas, o bien, representantes de las mismas dedicados a otros quehaceres artísticos.

De esta guisa, la sala El Sol acogía aquella fría noche del 21 de enero, a Rodrigo de Lorenzo (Ciudad Jardín), Pablo Salvador y José Mule (Los Cavernícolas), Luís Jovellar (Sindicato Malone), Charly Hens (Los Elegantes, Glutamato Ye-yé), Germán Coppini (Siniestro Total, Golpes Bajos), Paco Clavel, Julián Hernández (como Transportes Hernénadez y Sanjurjo, alma mater de Siniestro Total, todavía hoy en activo), Iñaki Fernández (Glutamato Ye-yé) y el resto de la banda del guitarrista madrileño, para sorprender a propios y extraños con un concierto cargado de versiones francamente “irritantes”, y por supuesto, de temas originales que, en algún momento tuvo su parte emotiva, sobre todo cuando se recordó al malogrado Poch y su “Branquias bajo el agua”.

Veredicto: Patacho vuelve a triunfar.

Hace dos meses, tenemos la penúltima “patachada”, nada mas y nada menos que en la III Fiesta Nuevaola80 2007, celebrada el pasado 6 de octubre en la sala Siroco. Se trataba de reunir a Patacho e Iñaki en un mismo escenario, diciendo que eran los Glutamato del ‘Hey tio’, ‘Todos los negritos…’, etc. Una semana antes me explica que junto a ellos dos, había pensado que era mejor hacer las cosas bien, y no se le ocurre otra cosa que acompañarse de un par de “principiantes”: al bajo Fino Oyonarte y con las baquetas Charly Hens. Casi “ná”. Siroco se puso patas arriba ofreciendo un espectáculo que ninguno de los organizadores nos hubiéramos imaginado de lejos, meses atrás. Quizás esté pecando de vehemencia, pido disculpas, pero es que realmente fue así.

Patacho sentenciado por “enrrollao”.

Pero faltaba la puntilla a este pródigo 2007. Sucedió anoche, 27 de noviembre en la mítica sala de la calle Jardines, ¡cómo no!, la sala El Sol. Dos objetivos: presentar el disco ‘Canciones para NO olvidar’ (Pias Records, 2007) con las grabaciones de los mejores momentos del 25 aniversario de la movida celebrado en enero; y, de otra parte, rendir tributo a una de las mas importantes figuras radiofónicas de nuestro país, Jesús Ordovás, quien se hiciera cargo de su programa “Diario Pop” hasta el pasado mes de julio. Destacar que los beneficios del disco se destinarán íntegramente a la Asociación para las familias con Alzheimer (AFAL), que para eso estamos en época solidaria.

Por supuesto, Patacho estaba detrás de todo el sarao y, con su banda tras de sí, fueron desfilando la flor y nata de nuestro pop quienes, a razón de canción por artista, recordaron los temas que Ordovás, en su momento, pinchara desde Radio 3: Ana Curra (Pegamoides y P. Permanente) junto a Miguel (Digital 21), Antonio Siegfried y Carmen Mardirolas (Los Bólidos), Cristina Clovis y Fino Oyonarte (Clovis), Dani Cardona e Isa Terrible (Una Sonrisa Terrible), Johnny Cifuentes y Edu Pinilla (Burning), Eva Amaral Juan Aguirre (Amaral), Fernando Alfaro (Surfin Bichos, Los Alienistas), Germán Coppini (Siniestro Total, Golpes Bajos), Herminio Molero (Radio Futura), Iñaki Fernández (Glutamato Ye-yé), Jaime Urrutia (G. Caligari), Javier Colís, Joaquín Rodríguez y Mauro Canut (Acusicas), Jorge Martínez y Willy Vijande (Ilegales), José Mª Granados (Mamá), Josele Santiago (Los Enemigos), Jota y Floren (Los Planetas), Juanita la Fea, Julián Hernández y Miguel Costas (Siniestro Total), Kikí d’Aki, La China Patino, Loquillo y Sabino Méndez (L. y Los Trogloditas), Luís Jovellar (Sindicato Malone), Nacho (Seine), Sergio López, Servando Carballar y Marta (Aviador Dro), Vanexxa, Víctor Aparicio (Los Coyotes) y Xoel López (Deluxe).

Y Patacho la volvió a liar…

Condenado a ser reconocido de por vida: P A T A C H O.

Pedro J. Pérez
(También publicado en Rockstyle.es)

Harleys y Gretschs

Y chupas con tachuelas, tatuajes en tres dimensiones y camperas afiladas. Eso es rock’n’roll. De acuerdo, también la música, pero todo esa parafernalia que le rodea, hacen que un estilo tan universal se convierta en una verdadera filosofía, en un “modus vivendi” que se va forjando desde tempranas edades.

Ni que decir tiene que otros estilos como el punk, el blues o el pop, ya sean raíces del rock o ramificaciones del mismo, también han llegado a tener su propia parroquia de seguidores dispuestos a librar cualquier batalla con tal de defender sus valores mas mas profundamente entroncados.

Eran tiempos pasados, cuando las de tribus urbanas establecían territorios infranqueables, como aquella película de finales de los 70s, que hace poco volví a visionar, ‘The Warriors’, y que retrata el fenómeno bandas de una manera muy “neoyorquina”, indudablemente utilizable como ejemplo extrapolable a nuestra sociedad de hace 20 años.

Actualmente, las bandas rivalizan por banalidades políticas que, en la mayoría de los casos, ni entienden, o aprovechamiento de la fuerza para sacar rendimiento sin dar palo al agua. Que si neo-fascistas contra red-skins, que si bandas latinas apoderándose de instalaciones deportivas a cambio de “alquileres”, etc.

Acequia y Fanáticos fueron dos grupos clave en el devenir de la música murciana de los 80. Los primeros, pioneros con un Emilio Chicheri que empezaba en esto, rivalizaba en popularidad y prestigio con Farmacia de Guardia, era rock’n’roll sin paliativos, puro.

Por su parte, Fanáticos, en una mutación que arrastraron desde principios del segundo lustro, hasta llegar a su última versión con Manolo “Fanático” al frente, se reconvirtieron en auténticos adictos al rock duro americano teniendo a los Motor City 5 como auténticos ídolos (canción dedicada incluida). Había nacido el bicker-rock patrio.

Por ello, decir que estos dos mitos locales van a tocar en un mismo escenario, un mismo dia, se me antoja como algo francamente alucinante. Lo que antaño fueran desbandadas de jóvenes aullando los temas mas fuertes desde la otra parte del escenario, el próximo 1 de diciembre se convertirán en aseados padres de familia en pos de restaurar aquellos sentimientos anidados, que no olvidados por culpa del inexorable paso del tiempo.

Sin duda, dentro de diez días, veremos la puerta de una sala Gamma (recinto idóneo para este tipo de acontecimientos en la capital del Segura) repleta de Harleys en sus alrededores y con mas de una Gretsch en su interior. Al menos esa es mi ilusión.

Pedro J. Pérez
(También publicado en Rockstyle.es)

Editorial informal de la III Fiesta Nuevaola80

Me reitero una vez más ante mis compañeros de web lo dificultoso que resulta diseccionar algo que, a modo de fiesta, no deja de ser un evento propio que sigue, rigurosamente, la línea independiente, no lucrativa y carente de otra pretensión que no sea pasarlo bien de aquella sin caer ni en la euforia ni en la petulancia. Seguramente es el precio que hay que pagar por la imprudencia de salir de un armario literario de todo a cien, aunque tengo la impresión de que la comodidad, tiene mucho que ver.

El pasado año, hicimos, al más puro estilo umbraliano, una especie de “spleen” amarillo en un afán de disuadir, tanto a nuestros detractores como a nuestros insignes aduladores, de la idea de que, globalmente, somos profesionales de la música, excepciones al margen, o de la prensa, igualmente excepciones al margen. También, lógicamente, le dedicamos unos párrafos a los músicos y a sus créditos, menos no podíamos hacer por alguien que es capaz de compartir su talento con unos aficionados, locos por la música, pero aficionados, lo cierto es que, a pesar de todo ello, sin quererlo y con la inestimable ayuda de los medios que nos citaron, acabamos, cual mofetas cuarentonas, desprendiendo cierto tufo nostálgico entiéndase en el sentido pesimista del término.

Hoy, con la perspectiva del tiempo transcurrido, creo que cabe reconocer que, utilizando la frivolidad, no cubrimos totalmente ese sentir, pero, sobre todo, no pusimos al descubierto la verdadera magnitud de lo que ocurrió ... este año me temo que tampoco va a poder ser.

Podríamos hablar de instinto de supervivencia, de implicaciones desinteresadas, de química, de reencuentros ... pero me temo que ello nos llevaría de nuevo a las andadas melancólicas por esa querencia mía a embriagarme con el vino peleón de la trascendencia que ingerí en los setenta y que no debo de haber eliminado todavía, es lo que tiene haber pertenecido, generacionalmente, a dos décadas antagónicas entre sí.

Así las cosas, toca coger de nuevo la vara lúdica que se nos supone a los nuevaoleros y medir, como no, la semblanza de los músicos con toda la benevolencia que requiere el caso, al fin y al cabo ellos son los actores principales de la “zarzuelilla” sin estricto guión que nosotros escribimos, no sin reconocer que ganas nos dan de hacer algún ripio con su vida pública, pero creo que no merece la pena inspirarnos en inquietudes “tomatiles”. Otra cosa será el día que cobren.
Aún medio dormido por mor de la siesta interrumpida a causa de las dichosas pruebas de sonido, Juanjo Valmorisco transmite profesionalidad y seriedad. No es de extrañar, por tanto, que con el resto de su banda, impecables ejecutantes, haya sabido alargar ese espíritu combativo de antaño. Sus canciones no huelen en absoluto a rancias y suenan excelentemente bien, entre otras cosas porque la savia nueva del bajista Tsunami les ha ayudado bastante.

Triunfaron como ya hicieran en el concierto del pasado Enero en El Sol. Obviamente, con actuaciones como esta no van a poder sustentar a la prole, lo cual no hace que los podamos catalogar de grandes, en todos los sentidos.
A Kikí (en privado me cuesta llamarla así), la vimos ilusionada desde los prologómenos, lo que nos hizo poner en solfa nuestras especulaciones acerca de su introversión, pero nuestras dudas quedaron disipadas y nuestras sospechas corroboradas en cuanto la vimos aparecer sobre el escenario acompañada de sus inseparables, uno más que otro, Sergio López de Haro y Antonio Pazos.

Maria José dio todo un recital de sensibilidad, buen gusto y mejor cantar. Es el triunfo simbiótico de ella y de unas magníficas canciones dotadas de una capacidad innata para hacer convivir el pasado y presente sin que se note.

Gran parte de culpa de lo que decimos la tiene Sergio y sus cualidades compositorias e instrumentales, lo que aprovechamos para revindicarlo ante los escépticos.
Si le hubiera dado a Iñaki por cantar “Olé” o “Mi vaca paca” de su época de Beatos, a buen seguro que sale a hombros por la puerta del Siroco, lo suyo fue de capote, muleta y espada, aunque viniera (elegantemente) vestido más para una ceremonia, quién sabe si la propia.

Tampoco, hay que decir en su descargo, es que fuera manca la cuadrilla que le acompañaba: el incombustible Patacho, el “enemigo” Fino Oyonarte y el “elegante” Carlos Hens ... ahí es nada.

Los Glutamato Yé-Yé, sumados, dieron todo un espectáculo de humor, irreverencia y hedonismo, ante la connivencia de un público que estaba por la labor, sin el más mínimo atisbo de irritación ni fatiga, algo, en suma, que no hubiera querido perderse ni la pata de pollo de Iñaki en caso de no formar parte de las reliquias del museo de las Hornadas Irritantes. Orejas, rabo, ovación de gala y el ferviente deseo de verlos de nuevo.

Para hablar de Jose Mari Guzmán, cabe la obligación de ponerse serios y de pie, no en vano es una (confesa) debilidad del que suscribe, siempre atento a sus proyectos anteriores a Cadillac o a sus discos en solitario; me costaba creer que estaba departiendo amigablemente antes del concierto con el autor de “Calles del viejo París” o “Sentados en un café”, temas que, por distintas razones, han decorado etapas de mi vida mucho mejor que el Ikea.

El es uno de los que mejor ha sabido tocar todos los palos del pop español, unas veces de forma genial y siempre con solvencia.

En unión de dos de los Cadillac originales, Eduardo Ramírez y Pedro Agustín Sánchez, y el apoyo instrumental de Estudio 80, dieron toda una lección de armonía vocal marca de la casa que sustenta su pop clásico, poniendo el pelo de punta con una versión casi a capella de “Perdí mi oportunidad”, todo un lujo que supo a poco.
¿Qué decir de nuestros dos grupos, uno de hecho y otro de cohecho, de la casa, Desconocidos y Estudio 80 que no sea que se pongan las botas de agua y se metan en el charco de los temas propios? ... no van a estar toda la vida levantando al personal con las impecables y aseadas versiones de lo más granado del pop patrio.
Calidad y rodaje no les falta ni a Juanito y a los suyos ni a José de Lucas, todo un docto de las rodajas vinílicas de la movida y con antecedentes discográficos, y los suyos, solo les falta proponérselo y se enterarán, en forma de crítica, de lo que vale un peine.

Como de costumbre, ambos hicieron cantar a propios, extraños y a una chica despistada que había en la primera fila a la que había traído engañada un amigo de Javi Bernal.

No es una casualidad, haber invertido el orden y que se haya quedado para el final, Bahía de Cochinos, grupo ganador de nuestro concurso de maquetas, que les tocó el complicado rol de abril un corral que, si bien no es del todo ajeno, si pienso que debe de imponer.

A ellos no les importó mucho, Bahía de Cochinos, han bebido de las fuentes de los 80, son frescos, actuales, correctos instrumentistas, tienen, sobre todo en su cantante, puesta en escena y canciones capaces de competir con las de otros músicos de su generación que suenan por ahí ... no son pocos avales por los que apostar. El futuro es suyo.

Sorprendieron y gustaron por igual.

No sabría discernir, antes de epilogar el alegato editorial (informal), si el mismo es corporativista, ridículo o si al final va a resultar que soy incapaz de deshacerme de esa aureola nostálgica a la que hacía referencia al principio, bien pensado quizá no este tan mal que ella, la nostalgia, sea solo un pretexto para seguir alargando la supervivencia con la diversión por bandera o un compendio de optimismo que se puede permitir la licencia de ocultar su lado oscuro e indeseable.
(A los que vinieron, que se lo bebieron, y a los que faltaron, que se lo perdieron).

Aurelio Sánchez